Unidad no es uniformidad. Sobre los movimientos sociales.


Unidad no es hacer todos lo mismo, es hacer cada uno lo que tiene que hacer.
Unidad no es hacer todos lo mismo a la vez, es hacer cada uno lo que tiene que hacer cuando lo tiene que hacer.

Más que adherirnos a eventos comunes en horas pautadas, es importante que cada uno se ponga en compás con el ritmo de su propio cuerpo. Escuchar el cuerpo, y no la mente. Meditar cuando tiene que meditar y no cuando lo marca una agenda. Cantar cuando la canción viene a la garganta y no cuando se monta la discoteca vecinal. Siempre hay buenas razones, aparentemente, para apoyar movimientos colectivos, si no no tendrían lugar. Pero, sin ánimo de ser aguafiestas, estas razones a veces son inteligentes y a veces no, a veces son puras y otras son puras manipulaciones. Si uno no está en sus cabales no podrá distinguir entre unas y otras, no podrá distinguir ni siquiera si le apetece o no le apetece, si es coherente con sus valores o no, si es realmente importante o hay otras cosas que merecen más la atención en este momento.
Es hora de escuchar lo que dice el cuerpo, y no lo bonito que suena el discurso.

Es tiempo de confinamiento, de reclusión, de ir hacia dentro. De seguir los propios tiempos. Son hermosas las iniciativas que nos unen a través de la distancia, pero siempre que no nos distraigan del foco, siempre que no las usemos como sustitutos para seguir huyendo del encuentro con nosotros mismos, como cuando el mundo funcionaba. Ahora que el mundo se ha detenido, seguimos mirando afuera si vivimos en el balcón, o colgados del teléfono móvil.

Sería un desperdicio que salgamos del encierro sin haber estado realmente en casa, sin haber entrado en nuestro hogar, sería terrible que sigamos igual cuando todo ha cambiado. Sería muy triste que todo nuestro empeño sea recuperar el mundo del que tanto nos quejábamos.

Es tiempo de detenerse, tiempo de mirarse, de estar con uno mismo, de abordar los asuntos internos para, desde ahí, abordar los externos, que no se presentan fáciles.

Son hermosos los eventos de balcón, algunos vecinos se han conocido ahora, se han mirado por primera vez... Es ya un acercamiento. Pero no podemos pasarnos la cuarentena mirando a la calle, por favor. No podemos pasarnos la cuarentena esperando que termine, no podemos pasarnos la cuarentena sin saber de qué va, buscando sustitutos para todo aquello que nos falta, sin saber cómo es vivir sin ello. Esta experiencia esconde un gran tesoro, no dejemos que pase delante de nuestras narices. Balcón sí, pero también salón, cocina, cama. Fiestas sí, música, poesía, juegos, pero quizás no todos los días, o quizás ninguno. ¿Qué dice el cuerpo?

Si cada uno se retira hacia dentro el tiempo que necesite, si cada uno se dedica a mirarse, no estaremos más distantes, estaremos paradójicamente más cerca. Y no porque nos hagamos videollamadas, sino porque nos reconoceremos.

Esta no es una propuesta de encierro, aunque el encierro ya está, y ya que está, ¿por qué huir de ello? Si ya estamos encerrados, ¿por qué no vivirnos así? Pero más allá de eso, esta es una propuesta de escucha, y que cada uno entre o salga al balcón, cante o permanezca en silencio, aplauda o golpee una cacerola sin sentirse culpable por hacerlo ni por no hacerlo, siendo soberano de sí mismo.

Propongo que nos atrevamos a ver que no necesitamos hacer lo mismo para estar unidos, que muchas veces es ese intento de unirnos a través de actos, eventos, planes, lo que nos mantiene distantes. Porque no podemos unirnos a otros sin estar en contacto con nosotros mismos. De poco vale sumar fuerzas en un acto externo si para ello tenemos que desoírnos para hacer lo que queda bien, que muchas veces, para más INRI, no beneficia a nadie.

Quiero encontrarme contigo en plena presencia, no sólo con tu cuerpo. Quiero que estés en tu cuerpo cuando estás conmigo. Quiero que estés conmigo porque estás bien conmigo y contigo, no porque habíamos quedado. Quiero que aplaudas a quien quieras y le llames héroe porque así lo sientes con todo tu ser y no porque se ha puesto de moda. Quiero que salgas al balcón porque te apetece cantar o porque te apetece tomar el aire, y no porque son las 20:00h.

Quiero que tus actos nazcan de ti. Quiero que des al mundo lo que tienes para dar, no lo que se supone que tienes que dar. Quiero que ilumines el mundo con tu presencia y no con la linterna del móvil o las luces de navidad. Que sí, ponlas si quieres, está bien, pero que los adornos adornen algo, que no todo sea adorno, que el disfraz lleve dentro una persona, y que la persona sepa que lleva un disfraz y lo disfrute.

Unidad no es uniformidad. Obedecer consignas sin cuestionarlas no es unirse, es estar enchufado a una cabeza tractora que no sabemos a dónde nos lleva.
La unidad no es que todos seamos iguales, es que cada uno sea como es, y encontrar ahí el punto en el que todo encaja, donde todos sabemos a dónde vamos porque cada uno sabe quién es y dónde está.

Para estar unidos primero hay que estar.



¿Hola?






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