Sé tú la tierra para la semilla que siembras


Una gran consciencia implica una gran responsabilidad. Una percepción mayor no es una lección que explicar a otros, sino que aplicarse a uno mismo. No se enseña a través de la palabra, sino a través del ejemplo. Esto no implica necesariamente callar, pero sí implica desentrañar en uno mismo el mismo mensaje que se comparte con los demás. Enseñar con el ejemplo tampoco quiere decir que tenga que parecer que cumples lo que dices o que tengas que demostrar que lo has integrado. ¿A quién se lo demostrarías? Se trata de que te lo apliques, y punto. Que el mundo te examine y considere que pasas el examen y que no, sucederá, con ambos resultados a la vez. Lo importante es que no olvides examinarte tú, ante tu nueva consciencia y ante ese mismo examen que aparece ante tus ojos. Tú contigo, eso es todo, porque todo habla de ti, y tú lo sabes.

Si el mensaje pasa por ti, no es para que pasen las palabras rumbo hacia otros oídos, es para que tú seas el primero (y quizás el último) que las encarne. Los mensajes que emites son, primero que nada, para ti. Trágate tus palabras a la vez que las emites, nada que pase por ti te es ajeno. Trágate el mensaje y descubre qué parte de ti alimenta. Eso mismo era lo que en el mundo estaba hambriento.

Ser un canal no es ser un canal horizontal, de mí hacia otro, es ser un canal vertical, de mí hacia mí, asumiendo que no hay otro, asumiendo al otro en mí. El otro soy yo, eso que percibo que falta en el otro, falta en el mundo que yo percibo, falta en mí. De mí para mí, siempre. Así, realmente, puede llegar al mundo, al mundo que soy.


Yo soy el terreno en el que siembro, así me responsabilizo de la cosecha.


Mi voz, que en ti resuena, no viene de fuera de ti. Eso que de mí recibes, cógelo, sabiendo que viene de ti. Y si despierta con ello una verdad más amplia, por favor, dale abrigo, dale agua, déjale florecer en ti. No pases el mensaje sin haberlo integrado, no compartas la frase porque suena bonita, hazlo también, además, pero no sólo. No dejes partir el mensaje sin recibirlo tú. Porque entonces estaremos solamente jugando con palabras, soñando que somos felices, pero sólo soñando, porque no soportamos una realidad que no nos comprometemos con transformar en nosotros mismos.

Comparte, si de ti nace, pero no como un modo de pasar la responsabilidad, sino tomándola. No esperes el cambio en el mundo, no pases mensajes, frases, creyendo que entre todos sumamos algo, no sumamos nada si no enterramos la semilla cada uno en su propia tierra.

Esto no menosprecia a los mensajeros que se creen portadores de un aviso para los demás, para cambiar el mundo, porque todos pasamos por ahí en un momento u otro, y a la vez, siempre habrá alguien que lo coja y lo integre en vertical, que lo siembre de verdad en el mundo, al convertirse él mismo en tierra para esa semilla. El que esparce el mensaje sin tomarlo es el viento que lleva la semilla al campo donde podrá germinar, así que nada está fuera de lugar.

Para ti, que sientes el llamado, es el mensaje, a ti, en quien estas palabras escarvan, justo allí donde lo necesitabas, te pido que, esta vez, no lo dejes pasar. Por supuesto que puedes esperar otra primavera, pero también sabes lo que eso conlleva. Quizás posponer de nuevo es demasiado.







Gracias si lo tomas. 
Gracias si lo haces volar.



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